jueves, 23 de agosto de 2012

Crónica acerca de un estudiante que trabaja


Uno de aquellos días en que sentados sobre una de las banquitas del conjunto conversábamos con mi novio, hablamos sobre su experiencia como estudiante y trabajador. Aquello resultaba bastante curioso, ya que precisamente acababa de salir del taller de carpintería para visitarme. Por tanto, me sugirió que abordáramos temas más interesantes para no remontarse a una jornada laboral exhaustiva de la que afortunadamente se hallaba descansando en el presente instante. Sin embargo, con mi persistencia femenina tan persuasiva cuando se adorna de besos y dulces palabras logré convencerle de comentar algunos detalles con respecto a su rutina cotidiana.

Así, hicimos un repaso a de su jornada laboral cuyo horario se extiende de 7:30 am a 6:00 pm de lunes a viernes, así como de su cronograma académico que consta de una sesión diurna los miércoles de 6:00 a 7:15 am y cinco nocturnas de 6:30 a 9:30 pm.  Aunque ya conocía su itinerario de memoria, no me había percatado de lo complejo que podría ser realizar ambas tareas simultáneamente. Por consiguiente, decidí preguntarle cómo había sido hasta el momento su experiencia al trabajar y estudiar teniendo en cuenta la exactitud sincrónica que supone el hecho de por ejemplo: tener que acordar con el profesor del miércoles una hora menos del tiempo de clase para llegar con puntualidad al trabajo.     
De esta manera, me respondió que se le dificultaba encontrar un espacio para realizar las tareas asignadas en clase ya que no tenía mucho tiempo libre sobre todo el miércoles. Sin embargo, afirmó que se sentía muy afortunado de tener una oportunidad para llevar a cabo las dos cosas al tiempo debido a que por medio de la educación, según manifestaba, puede formarse como profesional y su trabajo le posibilita tanto ganar dinero para su subsistencia, como aprender el arte de la carpintería.

Después de escuchar con asombro la respuesta a éste interrogante, surgieron muchos más en mi mente esperando por ser resueltos ya que esta era una faceta de mi pareja cuyo conocimiento me resultaba bastante interesante.  Por consiguiente inquirí  acerca de que tan agradable le parecía su rutina, a lo que me contestó que en el comienzo fue un poco difícil hallar una correspondencia entre el  horario de estudios y el laboral,  pero que con el tiempo se hizo atractivo ya que fue conociendo nuevas cosas en la universidad y se acopló paulatinamente a la carrera. Asimismo, respondió que le gusta tener muchos quehaceres para mantenerse ocupado y distraerse al tiempo que adquiere nuevos conocimientos.

Además de reconocer la gran responsabilidad que implica combinar estas dos actividades me preocupaba la precisión temporal que debe tener para cumplir con sus deberes. Así que le pregunté sobre la importancia que tiene su vehículo de transporte y él me  replicó que el hecho de tener una motocicleta le ha ayudado a desplazarse rápidamente del trabajo a la universidad y de allí a su casa.

Esa tarde todos aquellos interrogantes sobre los cuales reflexionamos me permitieron observar, desde una perspectiva diferente, el significado de las ocupaciones que integran el diario vivir de una de las personas más importantes que conozco. De este modo, pude comprender que la forma en que se construye la propia identidad es a partir de las funciones que se  desempeñan en la comunidad de la que se forma parte. Es decir, sin pretensión de sonar proverbial, que somos aquello que construimos con esfuerzo a partir del ejercicio de nuestras capacidades tanto prácticas como intelectuales.

Por consiguiente, llego a la conclusión de que trabajar y estudiar simultáneamente es un excelente ejercicio para fortalecer las destrezas humanas en todas sus dimensiones. De hecho, el reto que implica exigir al máximo las propias competencias para lograr obtener un óptimo rendimiento tanto en el ámbito laboral como en el  académico ocasiona que se desarrolle una mayor aptitud para el trabajo bajo presión y el desempeño de diferentes funciones paralelamente. Además, el prestar un servicio como trabajadores a la sociedad que nos ofrece la posibilidad de acceder a una carrera profesional es una manera de retribuir el privilegio de la educación en forma de producto interno bruto. 

miércoles, 15 de agosto de 2012

Para todas aquellas personas que pretenden ver en la mujer un alma sin cuerpo y en el hombre un cuerpo sin alma: 

TU ME QUIERES BLANCA
Tú me quieres alba,
Me quieres de espumas,
Me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada

Ni un rayo de luna
Filtrado me haya.
Ni una margarita
Se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
Tú me quieres blanca,
Tú me quieres alba.

Tú que hubiste todas
Las copas a mano,
De frutos y mieles
Los labios morados.
Tú que en el banquete
Cubierto de pámpanos
Dejaste las carnes
Festejando a Baco.
Tú que en los jardines
Negros del Engaño
Vestido de rojo
Corriste al Estrago.

Tú que el esqueleto
Conservas intacto
No sé todavía
Por cuáles milagros,
Me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
Me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡Me pretendes alba!

Huye hacia los bosques,
Vete a la montaña;
Límpiate la boca;
Vive en las cabañas;
Toca con las manos
La tierra mojada;
Alimenta el cuerpo
Con raíz amarga;
Bebe de las rocas;
Duerme sobre escarcha;
Renueva tejidos
Con salitre y agua;
Habla con los pájaros
Y lévate al alba.
Y cuando las carnes
Te sean tornadas,
Y cuando hayas puesto
En ellas el alma
Que por las alcobas
Se quedó enredada,
Entonces, buen hombre,
Preténdeme blanca,
Preténdeme nívea,
Preténdeme casta.


(Storni, 1968, p. 108 -109)